- En el centro del plató se sienta el concursante frente al público, mientras que en la primera fila del graderío se ubican tres personas, por lo general parientes o amigos, elegidas por aquel.
- La presentadora, Emma García, formula preguntas de la vida y costumbres del participante a las que este ha de responder con escuetas afirmaciones o negaciones. Las cuestiones las han elegido los guionistas de entre las 200 que contestó días antes enchufado a un polígrafo.
- Si coincide su sí o su no con lo que dijo ante el detector, se supone que dice la verdad. En caso contrario, la mentira. Los aciertos se premian subiendo la cantidad que puede llevarse, desde 1.000 hasta 100.000 euros.
Para lo que narraré aquí, basta con estas explicaciones. El juego se basa pues en averiguar si prevalece la avaricia sobre la vergüenza o el bochorno, si el interfecto venderá sus secretos más íntimos por un plato de jamón ibérico, se conformará con el de lentejas o saldrá sin un céntimo, quedando encima como el culo. Porque este es el desenlace más frecuente, el de salir sin un céntimo y haber quedado como el culo. Solo en dos ocasiones vi alcanzar los 100.000 euros, que, si se piensa con detenimiento, tampoco salvan a nadie de la ruina. En el primero de los casos, además, me apuesto la cabeza a que las insólitas manifestaciones del ganador, que también quedó como el culo, le acarrearon la pérdida de su empleo. Ale, marchando, toma tus 100.000 euretes, pero vete a tu casa sin trabajo, sin mujer, peleado con tu hermano y con 2 nuevos enemigos. Solo unos pocos, los más afortunados, sabedores de las iniquidades que confesaron la víspera ante una máquina y algo moscas porque se pongan de manifiesto durante el interrogatorio, tiran la toalla para plantarse en unos miserables 5.000 ó 10.000 euros, no sin antes, por supuesto, haber quedado como el culo.
A lo mejor proviene de ahí el disfrute, de ver cómo afloran las miserias humanas de un desgraciado que se ha puesto voluntariamente en la picota del deshonor persiguiendo la zanahoria de un cheque bancario. Ay, aquellos tiempos en que el honor se consideraba una cualidad irrenunciable del ser hispano...
Deseo ilustraros mis afirmaciones de arriba con la participación de la concursante de este jueves, una tal Camino. Iba acompañada de su madre, su hermana y el hombre con quien convive y al que llama su marido.
Emma: ¿Consideras que el físico de tu marido no está a tu altura?
(Ella está de buen ver, sí, mientras que él es calvo, gafudo, ojos como canicas y rostro caído hacia la mandíbula. Se masca pues la obviedad.)
Camino: Sí.
(Transcurren varios segundos durante los que resuena el eco de un gong misterioso. Alfombra musical tenebrosa de fondo.)
Voz en off: Eso es..., verdad.
Aplausos. Risas. El más divertido de todos, el marido. Más adelante, un conjunto muy bien seleccionado de preguntas, todas de respuesta afirmativa, deja establecido que el comportamiento sexual de Camino se inclina a la ninfomanía, con marcada tendencia al adulterio, cuando no a la franca prostitución.
Emma: ¿Has fornicado en los probadores de los grandes almacenes? (...) ¿Le has pedido a tu hermana su piso para hacer allí el amor con hombres? (...) ¿Has aprovechado la ausencia de tus padres para follar? (...) ¿Te realizas frecuentes análisis clínicos a causa de tu promiscuidad? (...) ¿Te has acostado con más de un hombre en el mismo día? (...) ¿Has realizado por dinero una actividad que ocultas a tu familia? (...) ¿Has cobrado por mantener sexo telefónico?
Camino: Sí, sí, sí, sí...
Voz en off: Eso es..., verdad, verdad, verdad...
La madre, horrorizada por semejantes revelaciones de las que no tenía ni idea, se tapa la cara. El marido y la hermana alternan los tics nerviosos con las sonrisitas. El público deja de aplaudir en las respuestas más denigrantes. Otras cuestiones ponen en peligro su puesto de trabajo.
Emma: Para no perderlas como clientas, ¿les ocultas a algunas de ellas los peligros de la fotodepilación? (...) ¿Has sentido naúseas alguna vez por la falta de higiene de tus clientas?
También se dibuja como antojadiza y despilfarradora .
Emma: ¿Has pedido dinero a tu hermana para llegar a fin de mes? (...) ¿Te has gastado en caprichos el dinero que te ha prestado tu familia?
Pero, sin duda, lo peor parado es su matrimonio.
Emma: ¿Dejas para tu marido las faenas de casa que no te apetecen? (...) ¿Crees que tu marido tiene gustos de mujer? (...) ¿Consideras que no dedicas lo bastante a tu hijo? (...) ¿Evitas presentar a tu marido como tal porque te avergüenzas de él?
Camino: Sí, sí, sí, sí...
Voz en off: Verdad, verdad, verdad...
O sea, aparte de sustituir su instinto maternal por el furor uterino, considera a su marido afeminado, feo, cabrón, calzonazos, gilipollas... Y el marido, tal vez por esto último, por lo de gilipollas, sigue estirando los labios hasta las orejas. Pobre tonto... Habréis sospechado cómo acabó el programa, claro: Camino se fue con los bolsillos vacíos, amén de haber quedado como una salida en celo permanente, una manirrota caprichosa, mala hermana, mala hija, esposa déspota y despreciativa y madre descuidada. En definitiva, como el culo.