28 feb 2010

Qué crisis ni crisis...

Oye, Edin, ¿te has quedado con la cara de este hombre que acaba de salir?, porque va a ser tu próximo trabajo. Se llama Inocencio García. Pero esta vez te daré instrucciones especiales, ¿vale?, que se trata de un antiguo compañero de estudios. Pobre Inocencio… Bueno…, Inocencio…, en la Facultad lo conocíamos por Chencho. Hasta me ha dado un poco de lástima este Chencho. Fíjate, Edin, para que luego vayan por ahí diciendo que no tengo corazón. Ahora bien, una cosa son los sentimentalismos, y otra muy distinta, los negocios. Porque no deja de asombrarme que de 5 años para acá hayamos coincidido Chencho y yo nada menos que en 3 negocios. Y antes de eso no nos veíamos desde que abandoné la carrera de Económicas. ¿Fue en el tercer curso o en segundo? Bueno, ya no me acuerdo.

El caso es, Edin, que Chencho no iba nada mal en económicas. No se contaba entre los más brillantes de la promoción, pero aprobaba casi todas las asignaturas en junio y con algún que otro notable salpicado en su expediente. Admito que me alegré bastante cuando lo vi entrar en mi agencia inmobiliaria, la que yo regentaba allá por el 2005.

Coño, Pedro, qué sorpresa, joder, quien menos me esperaba encontrarme aquí. Hombre, Chencho, me cago en la puta…, cuánto tiempo, siéntate, por favor, y cuéntame, qué es de tu vida. Pues mira, Pedro no me va nada mal: entre un economista, un graduado social y yo montamos una asesoría de empresas. Por el momento, cruzaré los dedos, acuden los clientes. ¿Y tú, Pedro?, ¿trabajas aquí? ¿Trabajar aquí?, pues claro, Chencho, si soy el dueño, y querrás que te busque una vivienda, ¿no?, vamos primero a ese asunto, y luego nos tomamos unas cervezas en el bar de al lado.

Le vendí un chalecito en esa promoción de la zona norte que me dejó tan buenos dividendos. Y que sepas, Edin, que no me resultó nada fácil convencer a Chencho. Qué asustón se mostraba con eso de embarcarse en una hipoteca que se llevaría más de la mitad de lo que él facturaba con su asesoría. Pero al final, acuérdate, en aquella época picaba todo el mundo, que si el ladrillo era la mejor inversión de futuro, que ese es un dinero que se revaloriza sin parar, que si los tipos no hacen más que bajar, que si se prevé un euríbor bajísimo en pocos meses, que si siempre se cuenta con la opción de renovar el préstamo a un plazo mayor o, en el peor de los casos, se vende sin problemas, que si el mercado está muy activo… En fin, lo de costumbre.

Pero a finales del 2008 me enteré de que lo estaba afectando la crisis. La mayor parte de su clientela había echado el cierre y despedido a sus obreros, lo que le supuso a su actividad una merma importante de ingresos. De hecho sus socios, intuyendo el desastre, se buscaron las habichuelas por otro lado. Según me contó, el graduado social se preparaba unas oposiciones a no sé qué, Secretario de Ayuntamiento o algo así, y el economista consiguió nómina fija en una compañia de seguros. Eso sí que es gente con vista y no el pobre Chencho. Yo mismo, Edin, previendo la nueva situación, me deshice de la inmobiliaria para montar la agencia de reunificación de deudas con la que me fue de perlas. Porque lo que es a mí, desde luego, la crisis me ha venido de perlas. Qué crisis ni crisis. Si es lo que yo siempre digo, que hay que estar al loro, que hay que verlas venir, que la selección natural de la era moderna consiste en eso, en bandearlas, en el quiebro, en el sálvese quien pueda, etcétera, etcétera…

Por eso supe otra vez de él, porque vino a mí apurado por la hipoteca y por el crédito con el que acondicionó el despacho. Y es que Chencho persistía en el convencimiento de que su despacho tenía futuro. Seguiría intentándolo él solo. Desaparecidos sus dos socios, se repartieron el haber en 3 partes, pero él se hizo cargo de todo el debe. Qué infeliz. Eso sí, le conseguí un nuevo crédito con el que también liquidó los plazos del coche y los de la cocina y los muebles y esas cosas. A mí me pareció una locura, pero pensé que allá él. Por supuesto que yo, en su lugar, habría cambiado de tercio. Sin ir más lejos, en cuanto comenzaron los bancos a cerrar el grifo, me puse a pensar en el mejor recambio para la agencia de reunificación de préstamos. Por eso monté este negocio de cobro de deudas.

Y mira por dónde, Edin, de nuevo ha venido hoy a tratar conmigo. Me lo temía. En cuanto vi su nombre entre los mororos a los que les envío el cobrador del turbante, supe que entraría por esa puerta pidiéndome piedad. Confieso que me han conmovido sus lloriqueos, aunque sean los mismos que me sueltan todos: que si solo está pasando un bache, que si tiene en perspectiva un importante cliente que lo sacará del apuro, que si hiciera la gracia de ampliarle algún plazo, un par de meses, uno, al menos… Me ha dado lástima. Ya te lo dije antes, Edin, que aquí dentro del pecho también tengo corazón. Pero el acreedor es quien nos paga y quien nos ha solicitado el servicio. Nosotros nos debemos siempre al acreedor y no al moroso, por muy amigo de uno que este sea.

Así que, ya lo sabes, Edin, este es tu próximo trabajito: Inocencio García. Toma su dirección y la de su oficina. Hazlo esta noche. Eso sí, teniendo en cuenta que se trata de un ex compañero de carrera, no le rompas las 2 piernas. Con una es suficiente. Hazme ese favor, Edin, solo una pierna. Y sé rápido. Que no sufra.

Pobre Chencho. Qué lástima me da que no haya sabido adaptarse a la crisis.

21 feb 2010

Oiga, ¿Es ahí la Paz? Aquí Gila

Nunca he sido amigo de que los proyectos educativos se cambien a la par que los gobiernos, y apenas si duren lo que una o dos legislaturas. Mi larga experiencia como alumno y como profesor me ha llevado a concluir que, desde la implantación de un plan de estudios hasta que este acaba por funcionar han transcurrido 15 ó 20 años. Y 20 mejor que 15. Sin embargo, cuando se empezó a hablar de la última reforma, esta que sustituirá por grados y másteres lo que antes eran licenciaturas e ingenierías, se planteó una medida que me resultó muy apropiada. Me refiero a la confección de un catálogo de titulaciones que pusiera un poco de orden en el crecimiento absurdo del número de títulos. Porque se había llegado al punto de que se estaban convirtiendo en nuevas titulaciones lo que, con buen juicio, consistirían en simples especialidades de otras ya existentes, o meras ampliaciones de enseñanzas más cercanas a la formación profesional que a la universitaria. Como suele acontecer, aquello de un catálogo de titulaciones tirando a parco se fastidió. Si se anunciaba que se iba a suprimir tal titulación, las protestas de los colectivos implicados impelían al legislador a dar marcha atrás. ¿Resultado? Ahora hay más titulaciones que antes. Es de una de ellas, queridos amigos, de la que os quiero hablar en este post.

Se trata del Máster Interuniversitario en Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos humanos. Sí, sí, habéis leído bien: 11 palabras. Añoro la época en la que con 3 ó 4 era más que suficiente: Licenciado en Física, Doctor en Filología Española, Ingeniero Industrial… Cuando escuché la noticia de que habían echado atrás ese Máster en la primera convocatoria, pero que la Junta de Andalucía había terminado por aprobarlo, lo busqué en Internet. Me picaba la curiosidad. ¿En qué consistirá ese título tan sonoro? ¿Qué puñetas se estudiará allí? ¿A quién se le habrá ocurrido que el pacifismo sea objeto de aprendizaje universitario? Porque yo creía que el pacifismo es una opción personal, una cuestión ética, si queréis, pero no algo en lo que haya que entrenarse mediante la memorización de libros, realización de prácticas o consultas bibliográficas. ¿Será que existe un proceso de aprendizaje tras el cual salen pacifistas quienes se someten a él? ¿Acaso este máster logra formar a mediadores especializados en evitar las guerras?

Cuando quise consultar el profesorado que se encargaría de la docencia, en lugar de un puñado de nombres, tuve que girar la ruedecilla del ratón para completar varias pantallas llenas de expertos. Con claustro tan nutrido y por mucha matrícula que se prevea, seguro que cabrán a 15 ó 20 profesores por alumno. Otra sorpresa me llevé al leer los objetivos del máster:

Su objetivo fundamental es la formación de estudiantes cualificados para el análisis y comprensión de las realidades presentes y la construcción de futuros pacíficos, dotándoles de recursos intelectuales competentes para asesorar en las materias objeto de estudio, a aquellas instituciones y organizaciones que lo demanden.

Toma ya. Ay, si Gila aún viviera entre nosotros... Qué gran sketch compondría con ello... Me imagino al inmortal humorista en el escenario, con el teléfono a su derecha y caracterizado de presidente de un gobierno cualquiera.

Qué lata de guerra, ¿verdad? Estoy ya tan harto de la guerra como de las misiones humanitarias. Y es que se me va medio presupuesto del Estado en tanques y en tiritas. De hoy no pasa que acabe con la guerra. Así que ahora mismito busco en las páginas amarillas algún titulado en Máster en Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos humanos. A ver..., anda, en el barrio solo hay 3. De este tal Adolfo Matamoros no me fío ni un pelo. Y no lo digo por Matamoros, sino por Adolfo, porque hubo un Adolfo que la lio buena en el siglo XX. ¿Y este?, Napoleón Bailén Arapiles. Menos. Ah, este creo que servirá: Cándido Banderas Blanco. Lo telefoneo de inmediato.

Oiga, ¿es usted el Máster en Cultura de Paz? Sí, señor, Cándido Banderas Blanco para servirle, ¿qué desea? Pues verá, Cándido, soy el Presidente, y es que tengo un engorro de guerra que me quiero quitar de encima de una vez, que entre tanto funeral y tanto parte y tanta reunión con los generales, que no se puede usted imaginar lo pesaditos que se me ponen los generales, pues no doy abasto. Ah, no hay problema, Presidente, ha llamado usted a un experto, ya he perdido la cuenta de las guerras en las que he mediado. Si quiere, le remito mi currículum por e-mail. No, no hace falta, Cándido, me corre prisa el asunto. Si es así, Presidente, ¿para cuándo quiere usted que intervenga? Pues lo antes posible, Cándido. A ver si puede ser antes de que acabe esta semana, porque la próxima tengo un viaje oficial a Poligonia. Bueno, Presidente, déjeme que consulte mi agenda..., el jueves y el viernes ya los tengo comprometidos con otras guerras, ¿le viene bien el miércoles, por ejemplo? Vale, el miércoles mismo, pero a ver si puede ser por la mañana, que por la tarde tengo que inaugurar un parque eólico. Ah, y mándeme primero un presupuesto, por favor, no se me vaya a poner el asunto en un pico, porque con la dichosa guerra se me ha ido ya un dineral. Contenta tengo a la Ministra de Hacienda... ¿Cobra usted muy caro, Cándido? No, qué va, ya lo comprobará: facturo un fijo por guerra y un tanto por muerto que se lleve contabilizado. Además, las víctimas civiles se las cobro a mitad de precio que las víctimas militares. Y por los prisioneros no se preocupe, que los tengo en oferta: ha tenido usted suerte, Presidente, hasta fin de mes no cobro por prisioneros. Una bicoca, se lo aseguro, y no como otros Másteres en Cultura de Paz que son unos abusones. No, si me fío de usted, Cándido, pero..., una última cosa, ¿y la garantía? Pues tiene usted dos años de garantía, Presidente. Si su guerra se reactiva antes de 2 años, le devolvemos el dinero.

Visto así, queridos amigos, quizás el Máster en Cultura de Paz se postule como una profesión con futuro.

20 feb 2010

Más reformas en el Blog

Perdonadme, queridos seguidores del blog, si he tardado mucho tiempo desde la última entrada que subí. Pero es que el mes de febrero me ha mantenido demasiado ocupado en otros asuntos. Eso sí, antes de que se me olvide, vaya aquí mi agradecimiento a quienes habéis votado por esta página en el II Premio SUR.es, concurso de la que fue finalista. No sé si habréis advertido que no ganó. La vencedora fue ERROR 500, a cuto autor por supuesto que felicito. Sin embargo, me satisface el solo hecho de haber competido.

Por otro lado, os anuncio que quienes diseñan el blog, Luis Castellón y Hollie Kay, están trabajando para modificar de nuevo el formato. Según me cuentan, quieren que la palabra sea el elemento principal, por encima de enlaces, imágenes, gráficos y otras florituras. Pronto veréis los resultados.

Y nada más. Como fórmula de despedida solo se me ocurre expresar, por si sirve de algo, mi deseo de que escampe de una vez. Ya esta bien de tanta lluvia. ¿no?, que parece que las borrascas, conforme llegan al golfo de Cádiz, piden la vez: ¿quién es la última? Si sigue esto así, tendré que recurrir a las pastillas para la depre.