2 dic 2009

Día Mundial contra la discriminación de las mujeres barbudas

Queridos amigos, el pasado sábado, invitado por el Presidente del Parlamento autónomo, concurrí a los actos programados para el Día Mundial contra la Discriminación de las Mujeres Barbudas. No adivino la razón de por qué pensaron en mí. De hecho, en toda mi obra narrativa no hay la menor alusión a féminas barbiluengas. Ni siquiera a pelusillas en el bigote de alguna anciana. Cierto que los servicios de protocolo convocaron a numerosas personalidades del mundo académico, literatos, artistas, políticos de todas las tendencias, músicos, adivinadoras de renombre y a los mejores payasos del panorama internacional. De ahí que me sintiese muy honrado de que hubieran contado conmigo para integrar aquella abigarrada nómina de prestigiosos personajes, así como del lugar de privilegio que me reservaron en la tribuna que presidía la Ministra de Igualdad. Aunque no llegué a intervenir pues solo hablaron las autoridades y los oradores previstos, contribuí con mis gestos de asentimiento a la lucha contra la injusticia que tocaba librar aquella jornada.

Ahora bien, fascinado por el discurso que pronunció la célebre poetisa Josefina Villabuena, no pude evitar pedirle después el texto para entresacar de él los párrafos más brillantes y reproducirlos en este blog, por supuesto que con el permiso de la autora. Helos aquí:

Ha llegado el momento de decir basta. Basta ya de machismo de cayado y honda. Basta ya de la dictadura de los modelos arcaicos de belleza. Basta ya de plegarnos a la oligarquía de la industria cosmética. Basta de acudir a escondidillas a los depiladores láser. Basta ya de la segregación circense a que nos han sometido todas las culturas desde el calcolítico. Porque os aseguro a vosotras, amadas compañeras de batalla, que la nuestra, la cultura de las mujeres barbudas, es una cultura tan digna y tan rica y tan plena de matices como cualquier otra. Desprendámonos del burka de la vergüenza. Mostremos nuestras hirsutas mandíbulas con orgullo, nuestras perillas, nuestros mostachos, nuestros bigotitos recortados con gracia, nuestras patillas como telón de fondo de zarcillos y aretes, nuestras vellosidades faciales multicolores, ora barbirrubias, ora barbirrojas, ora barbicastañas, ora barbicanas, e incluso, por qué no, barbiteñidas. Desde este estrado, admirada, contemplo vuestro valor. No solo la mía, sino cada una de vuestras barbas, es una bandera de libertad, un gallardete insignia, un estandarte de honra y de conciencia social que hay que blandir sin sonrojo, como un signo más de nuestra condición femenina, en paridad con el resto de atributos que eones de educación opresora han adjudicado a nuestro sexo. Pregunto a la historia, a la religión, a las obsoletas instituciones de tiempos pretéritos, a los publicistas, a los asesores de imagen, a las tiránicas corrientes que todavía, en pleno siglo XXI, pretenden imponernos una moda y un estereotipo encorsetado, ¿por qué razón se empeñan las mentes retrógradas en reservar a los hombres el monopolio de la barba?

(…)
Por otro lado, si nos congregamos en esta fecha tan entrañable, es porque nuestro problema no consiste exclusivamente en una cuestión estética. Hay discriminación. Y todas lo sabemos o lo hemos sufrido en algún momento de nuestra difícil existencia. Las estadísticas no mienten. Según el último informe del Comité de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género Capilar, no existe una sola compañía aérea en cuya plantilla figuren azafatas barbudas. Nos contratan, sí, para eludir las sanciones de la legislación actual en materia laboral, pero como oficinistas que nunca trabajamos de cara al público. Y la situación empeora aún más en el ramo de la publicidad o el comercio. Por poneros un ejemplo, en nuestro país solo se tiene constancia de una dependienta barbuda, y esta ejerce en un sexhop especializado en fetichismos. No hay derecho. Repito: basta ya.
(…)

Por fortuna, los grupos parlamentarios progresistas, de los que hoy nos acompañan varios representantes, han hecho coincidir este Día Mundial con la presentación del proyecto de Ley que pondrá fin a tanta iniquidad. Quiero agradecerte aquí, Ministra, y en público, los desvelos que has mostrado hasta desembocar en esta importante iniciativa de tu cartera. Una vez que se apruebe, cualquier discriminación por razones pilosas será considerada un delito penado con multa, indemnización y cárcel. Esperemos que las fuerzas reaccionarias no se opongan a estos avances en materia de igualdad. Vislumbro vuestros rostros de satisfacción al anunciaros estas medidas. Debajo de vuestras barbas de chivo, de vuestras moscas, de vuestras sotabarbas, de vuestras barbas de abanico, de collar, a lo Velázquez, a lo Quevedo, a lo Napoleón III, adivino centenares de sonrisas.

Deseo, queridos lectores de este blog, que os haya interesado esta breve crónica.

1 comentario:

  1. P.Pedraza ha sacado en Siruela un libro majísimo sobre las mujeres barbudas. Muy aconsejable.
    Aunque si están bien rasuraditas, uno no se pincha la lengua...

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