13 jun 2009

Rebelión ante la subida del tabaco

Ya me había acostumbrado en estos tiempos a que el disparate se convierta en ley y se publique en los boletines oficiales del Estado o de las comunidades autónomas. Pero la crisis está provocando que estos absurdos derroten por la senda de la contradicción. Unos ejemplos:

* Nos dijeron que el automóvil era un despilfarro, que contaminaba, que destruía al planeta, y nos convencieron de que renunciáramos a él y nos acogiésemos al transporte público. Ahora no saben cómo incentivarnos para que compremos coches a pares y salvemos de la quiebra a esa industria.

* Nos pusieron a parir a la economía del ladrillo. Nos conminaron a frenar la expansión de aquella burbuja que explotaría en nuestras narices. Nos impelieron a renunciar a una propiedad para resignarnos al alquiler. Y ahora nos ordenan que compremos pisos como locos. Y que lo hagamos prontito y con bulla porque el mercado así lo requiere.

* Y después de fustigarnos a los fumadores con una persecución que ni la de Diocleciano, quieren valerse de nuestra debilidad para aumentar los ingresos de un Estado que camina hacia la indigencia.

¿Por qué siempre nos toca a los mismos? ¿Por qué cada vez que menguan las arcas de Hacienda nos eligen a los consumidores de nicotina a fin de aumentar la recaudación? ¿Por qué no reparten esa carga entre los practicantes de otros vicios? Y es que hay otras actividades que causan adicción susceptibles de penalizarse. Podrían, pongo por caso, subir las tasas del alcohol. Podrían introducir un impuesto especial sobre los preservativos o los dius o las píldoras anticonceptivas. Podrían penalizar fiscalmente las operaciones de estética y los implantes de tetas y los botos y hasta los pilates y los gimnasios. Podrían cobran un canon sobre la pornografía o reclamar un porcentaje a las casas de putas. Podrían incrementar el bocado fiscal a cualquiera de los muchos juegos de azar permitidos.


Pero no. El tabaco. Siempre le toca al tabaco, pese a denostarlo de todas las formas posibles, hacerse cargo del déficit presupuestario.

Ha llegado entonces el momento de plantarse, de decir basta con tanta tropelía. Haciendo cuentas, la subida de impuestos viene a ser equivalente a la de un cigarrillo por cajetilla. Propongo entonces la siguiente postura. Disminuyamos nuestro consumo exactamente en esa proporción. ¿Qué me fumo al día, un paquete?, pues a partir de mañana quemaré solo 19 pitillos. ¿Me fumo dos?, pues lo reduciré a 38 cigarros. ¿Fumo media cajetilla?, pues en jornadas alternas fumaré uno menos. Esto implica que cada 19 días (en el caso de un fumador de paquete diario) se ahorra uno de pasarse por el estanco.

Así, a nosotros apenas si nos supondrá esfuerzo (por supuesto que mucho menos que el imposible de quitarnos por completo del vicio), mientras que Hacienda recaudará lo mismo que ahora. Ni un céntimo más que hasta el presente. Dejaremos a nuestros fariseos con un palmo de narices. He aquí mi propuesta de consigna:

SUFRIDOS FUMADORES, PROCURAD CONSUMIR UN CIGARRO MENOS POR PAQUETE.

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