10 jul 2009

Breve Historia de la Perfección

En el borde de uno de los brazos de la Galaxia, una estrella de masa descomunal llega al final de su vida, agota el combustible de hidrógeno y helio del núcleo hasta que se muestra incapaz de soportar su propio peso. Se aplasta sobre sí mima. La energía liberada en el proceso desencadena una terrible explosión que libera energías inimaginables, las necesarias para catalizar reaciones nucleares de fusión. Todo tipo de elementos de la tabla periódica se generan en este infernal laboratorio cósmico. Gas y polvo es expulsado a velocidades increíbles hacia el vacío circundante.Miles de años más tarde, la gravedad ha actuado sobre esta nebulosa enrarecida, esta sopa de átomos sueltos que quedaron como vestigios de la hecatombe estelar. La materia se agrupa al atraerse. Conforme cae hacia su centro de masas, comienza a girar y a aplastarse hasta adoptar forma lenticular. El meollo más interior, cuando adquiera la suficiente entidad, dará lugar a una nueva estrella: nuestro Sol. Mientras tanto, en estas pistas circulares surgen otros puntos de concentración que atraen a más material hacia sí mismos y barren de obstáculos sus respectivas trayectorias. Nacen los planetas. Se trata de una época catastrófica. La Tierra, al igual que sus hermanos del sistema solar, sufre el bombardeo continuo de meteoritos y cometas provistos de muy mala leche. No obstante, gracias a ellos se deposita agua a raudales y se llenan las cuencas de espléndidos océanos en los que hay disueltas moléculas orgánicas de cierta complejidad. Solo unos 500 millones de años después, algunas de estas moléculas se han dispuesto en esbeltas cadenas que se retuercen como hélices: la Naturaleza ya dispone de ARN. No se sabe muy bien cómo, en este caldo primordial (como así lo llamó el biólogo ruso Aleksandr Oparim) aumenta la complejidad de las reacciones químicas hasta la concepción de la primeras algas y bacterias. Estas son las encargadas de llenar de oxígeno la atmósfera según un proceso bien estudiado, pero cuyos detalles no se incluirán en esta Historia de la Perfección por falta de espacio. Consulte el lector interesado las obras especializadas.
A partir de aquí, la selección natural entra en juego. Sus reglas son fáciles. Durante la vida de estos seres inferiores se producen mutaciones al azar. Muchas de ellas no sirven para nada o, aún peor, disminuyen las posibilidades de supervivencia del organismo afectado. No obstante, algún caprichoso cambio en los cromosomas da lugar a una mejor adaptación del individuo al ambiente. Estos bichitos o plantitas afortunados, por el simple hecho de subsistir con más oportunidades, tendrán una mayor descendencia, con lo que legan la mejora genética a sus herederos. Y así se pasa de los unicelulares a los pluricelulares, mucho después, a los invertebrados, a los vertebrados, los peces, los anfinios, los reptiles y, de estos, a las aves y los mamíferos.
Ahora hay disparidad de opiniones. Los creyentes sostienen que fue el soplo de la divinidad el que alumbró la inteligencia en el cerebro de un par de especies de primates: el homo neanderthalensis y el homo sapiens. La ciencia, por su parte, sigue investigando la causa de fenómeno tan curioso. Del neandertal tampoco se conoce la causa de su extinción. Con toda probabilidad, bien Dios, bien las leyes físico-matemáticas del universo, se decantaron por el sapiens en su camino hacia lo perfecto. Y por fin, nuestra generación ha tenido la suerte de asistir al último de estos pasos, al último avance, al último peldaño de la creación. Hemos contemplado fascinados cómo se llegaba, tras un fatigoso camino iniciado hace más de 4.500 millones de años, a la cúspide de la pirámide evolutiva, al prototipo de superhombre nietzschiano, al Zaratustra definitivo que dejará a la altura de una babucha a Newton y a Aristóteles y a Einstein y a Bach y a Gauss y a Galileo y a Cervantes y a Shakespeare. Se trata, nada más y nada menos, que de Belén Esteban. Bien la Providencia, bien las leyes de la Naturaleza, han necesitado de la explosión de una supernova y de varios eones para conseguir su objetivo. Y con el advenimiento de Belén Esteban termina este Breve historia de la perfección, de la que tal vez otro día, queridos amigos de este blog, os cuente nuevos capítulos.

1 comentario:

  1. Me informa mi hermano Luis de que J.B.S.Haldane también contribuyó (junto a Oparin) a la teoría de la sopa primordial. Reproduzco parte de su correo:
    "...lo que pasa es que este J.B.S.Haldane ha sido otra víctima de la política infiltrada en la Ciencia. Haldane, aparte de ser un genetista de primer orden al que le regatearon mas de un nobel siendo propuesto, era un rojeras de mucho cuidado. Estuvo en la guerra civil española en las brigadas rojas."

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